El primer modo de aprender: Observar II

Hellen Keller fue una mujer norteamericana ciega y sorda desde los diecinueve meses.

Con un esfuerzo sin límites de ella y de sus amigos logrp ingresar al mundo de la cultura: llegó a hablar, a escribir, a dictar conferencias, a convertir su vida en un gozo para ella y para los que la rodeaban.

En una de sus intervenciones más emotivas, ella cuenta:

"Hace poco me visitó una amiga que acababa de regresar de un largo paseo por los bosques. Le pregunté qué había observado. -Nada en particular- me respondió.

Yo no le hubiera creído si no estuviera acostumbrada a tales respuestas; hace tiempo me convencí de que los videntes ven poco.

¿Cómo es posible, me pregunto, caminar una hora entre los árboles y no ver nada digno de nota?

Yo, que no puedo ver, encuentro cientos de cosas que me interesan, a través del simple tacto. Siento la delicada simetría de una hoja. Paso mis manos por la suave piel de un álamo o la áspera corteza de un tronco. En primavera, palpo las ramas de las plantas en busca de un pimpollo, el primer signo de la renaciente naturaleza. Percibo la aterciopelada textura de una flor, descubro sus notables ondulaciones y algo del milagro de la naturaleza me es revelado. En ocasiones, si tengo suerte, siento el feliz estremecimiento de un pájaro en pleno canto.

Disfruto al sentir el agua fresca de un arroyo corriendo a través de mis dedos abiertos.

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