Se razona cuando se relaciona

A través de la atenta observación, nuestros hijos y nosotros llegamos a conocer los distintos lugares que frecuentamos y los seres y objetos que allí encontramos.

Pero podemos subir un escalón más alto desde el que interpretar mejor ese mundo, comprenderlo.

Tal como está formada la palabra comprender, parece encerrar el concepto de prender juntas algunas cosas, combinar lo que se aprende. Para comprender un hecho tenemos que unir en el pensamiento lo que observamos por separado, o, dicho de otra manera, tenemos que encontrar las relaciones entre las distintas partes o momentos de lo que se ha visto.

Al establecer una relación, se forma imaginariamente un triángulo, cuyos vértices son la persona y los dos elementos que observa. La relación no es algo que esté originariamente en ninguno de los objetos: el individuo la construye a partir de la observación de ellos.

Al construir una relación, la persona aprende más de cada objeto, pero sobre todo va consolidando su capacidad de establecer vínculos, modo de operar mental que continuará empleando cada vez con mayor eficacia.

Muchas son las formas posibles de relacionar: la que analizaremos primero es comparar. Al comparar objetos o sucesos podemos encontrar que ellos se asemejan o se diferencian.

Los que tienen características comunes (personas que nacieron en el mismo mes, animales que tienen el mismo número de patas, monedas que tienen el mismo valor, sitios que tratan el mismo tema, etc.), se agrupan en clases equivalentes. Esta forma de comparar es la que llamamos CLASIFICAR. Cuando clasificamos (por edad, por color, por forma, por equipo, etc.), agrupamos todos los objetos que tienen la misma propiedad. Clasifica el científico cuando establece clases zoológicas, clasifica el periodista cuando agrupa las noticias para el diario, el comerciante cuando separa las mercaderías en estantes, etc. También clasifica la mamá en el aparador de la cocina cuando distribuye platos en un lugar, tazas en otro, manteles en un tercero. Y también el niño prolijo clasifica en su habitación lo que emplea: ropas, útiles escolares, juguetes, etc.

La clasificación es una herramienta que se emplea permanentemente para comprender la realidad. Debemos estimular al niño para que encuentre similitudes y agrupe manual o mentalmente los objetos de la misma clase.

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